La ironía del River 2025

Arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales. Esa es la definición de magia según la Real Academia Española. Justamente todo lo contrario de lo que se vale Marcelo Gallardo para construir a sus equipos, por más que a partir de alguna de las ideas que practica los jugadores a veces logren resultados contrarios a las leyes naturales.

Con la ya famosa fórmula del TTC -trabajo, tiempo y convicción-, lo hizo de nuevo. Un patrón que expuso al asumir, reiteró cuando la desmesura colectiva ponía en duda si el que había retornado era el mismo que se había convertido en estatua y volvió a poner sobre la mesa ahora que el River 2025 tiene sus rasgos identitarios. Ahora que no necesita ningún examen más para que a la criatura se le reconozca su ADN.

El contraste lo pudo percibir hasta un ciego: el River de hoy no es el de ayer. Y, abracadabra, un dato lo certifica con elocuencia: 17 goles en los últimos seis partidos contra 15 en los primeros 17 reflejan que el equipo recuperó la contundencia. Que hizo el clic. Que se destrabó, para usar su propia descripción.

Pero para que le fluya el juego, se le caigan los goles y les haya devuelto el orgullo a los hinchas no hubo ningún truco. O sí: el truco fue haber detectado que Enzo Pérez necesitaba un Kevin Castaño para equilibrar el mediocampo y, a la vez, sumarle energía a la madurez táctica.

A la histeria se le impuso la historia. Es irónico: ya nadie habla de los millones que costaron Driussi o el colombiano, ya pocos se acuerdan del famoso representante y ya no se juzgan las edades: ahora se habla del juego. El juego del famoso River del Muñeco.

Podrá ganar el torneo, o no. Podrá soñar con la Copa, o no. Pero la conclusión de esta historia es que se requiere mesura cuando se critica a los imprescindibles. Y Gallardo, como Guardiola, Klopp o Bianchi, por citar a algunos del planeta fútbol, es uno de ellos.

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