La postura de Boca, el envión de River

El resultado fue consecuencia de lo que se vio. Si River celebra es por lo que buscó, encontró, defendió. Si Boca sufre, es por lo que dejó de hacer, por su postura, por su planteo chico. Numéricamente no modifica las tablas: ambos están en octavos de final. Sin embargo, significa mucho en lo espiritual y en la perspectiva de cada uno.

¿De qué puede ilusionarse Boca, pese a ser líder de su grupo y tener grandes chances de definir de local hasta una supuesta final, y sin copas por delante?

Todo lo contrario en la vereda de enfrente, con un River bien terrenal que se las rebusca para salir adelante, como lo hizo de milagro el miércoles en Quito por Libertadores y para, aun cansado por el viaje entresemana, jugar un primer tiempo de gran versión en el superclásico, creyéndose capaz de mucho y sintiéndose superior.

La línea de 5 de Boca fue la peor expresión de un equipo, parado para defender muy cerca de su arco, innecesariamente. Una cosa es cerrar espacios tratando de tener la pelota, y otra muy distinta es arrinconarse, como si enfrente estuviera el mejor River de Gallardo (el propio entrenador reconoció que lo ayudó que los laterales se pararan muy atrás). Y es ahí donde el local, pese a ser frágil defendiendo (como en el empate de Merentiel), fue apabullante, hizo el primero (gran tiro libre de Mastantuono y pasividad de Marchesín) y casi lo liquida.

River toma un envión enorme de cara al futuro, con Libertadores y torneo, con la convicción de que puede tener más minutos como los del primer tiempo y que cuenta con un as de espadas como Mastantuono. Mira el futuro con otra cara.

Boca retrocedió casilleros nuevamente, fallando otra vez en ese tipo de partidos que valen mucho más que uno, más allá del empuje del final, con cambios muy tardíos y sorpresivos de Gago (sobre todo, los de Saracchi y Aguirre cuando ya se terminaba). Y preocupado por un primer tiempo pobrísimo y un golpe de los que se sienten.

Los tres goles