Colapinto: la imagen es (casi) todo

La imagen no lo es todo, pero ayuda o perjudica. En el 2024, las primeras imágenes de Franco Colapinto lo impulsaron a los planos principales de la Fórmula 1, incluso hasta el punto de que era tomado como parte -de hecho y derecho- de la elite de la Máxima, esos apenas 20 pilotos que se sientan en las butacas más codiciadas del automovilismo; incluso lo metieron en el grupo de WhatsApp.

Sin embargo, sobre el final de las nueve carreras con Williams empezó a chocar y empañó su figura, tanto que se le cerraron las puertas de esta especie de club más famoso del mundo. Quizá tampoco había dos tildes en los mensajes.

La pena significó esperar otras seis carreras para volver a manejar uno de estos autos que generan una tremenda sensación de poder cuando pasan frente a uno. La imagen debía ser más parecida a la inicial de la temporada pasada, no a la última. Pero no. La chocó al mismo tiempo que rompió el Alpine. Los autos son tan seguros que se bajó caminando, sin un golpe. Antes le había sucedido también a Yuki Tsunoda, en Red Bull.

Más allá de la empatía que se puede sentir por el personaje, está claro que se trató de un error. Aunque él no lo sabía, ya la vuelta que había logrado lo metía en la Q2 dentro de los 15 mejores pilotos para intentar llegar al Top 10 y, sobre todo, cumplir el pedido que le había hecho Flavio Briatore: dejar sano el coche.

Probablemente la presión por demostrar le ganó a la razón de evaluar que no le convenía arriesgar de más. Todo en unos segundos, claro. Pero esa es la diferencia que separa a los pilotos estables de los que quieren serlo.

Probablemente Colapinto puede integrar ese primer grupo, el de los conductores que mantienen una imagen de solidez pese a las manchas que puedan quedar en su auto. En su favor, este domingo Fran tiene la chance de cambiar esa apariencia que quedó abollada como el Alpine #43. Ya demostró que herramientas no le faltan.