"Está mi nieto, vino toda mi familia hoy, jugó mi hijo también. Más allá del resultado, muy pocos juntan a la familia en un lugar". No pudo continuar, Miguel Ángel Russo. La emoción fue más fuerte. En un instante cargado de humanidad, los periodistas presentes en la sala de conferencias entendieron lo que significaba ese momento para el entrenador de San Lorenzo y respondieron con un cálido aplauso. No era un gesto habitual, pero tampoco lo era la escena que acababan de presenciar: un padre dirigiendo a su equipo en un partido oficial frente a su propio hijo, Ignacio Russo, delantero de Tigre.
Foto: Mariana Nedelcu
Más allá del fútbol, lo que se vivió esa tarde fue una postal familiar atravesada por el deporte, pero cargada de afecto, respeto y emociones profundas. El clima emotivo ya había comenzado en la previa. Antes del pitazo inicial, mientras los equipos posaban para las fotos oficiales, Nacho Russo, tras cumplir con el protocolo junto a sus compañeros de Tigre, se salió brevemente de la formación para acercarse al banco de suplentes de San Lorenzo. Allí lo esperaba su padre, que lo recibió con una sonrisa ancha y un abrazo afectuoso. Fue un gesto pequeño, pero cargado de significado: por un momento, el fútbol cedía ante el lazo familiar.
Gran recuerdo: un joven Miguel junto al pequeño Nacho.
El segundo gran momento llegó después del partido. El Ciclón se había quedado con una victoria agónica, y mientras los jugadores del Matador se retiraban cabizbajos, Nacho caminaba en silencio hacia los vestuarios. Fue entonces cuando su padre, más allá del rol de entrenador vencedor, se acercó a consolarlo. Miguel Ángel puso una mano sobre su espalda, le dijo algo al oído que provocó una sonrisa en su hijo, y se fundieron en un abrazo sentido.
Nacho y Miguel juntos. Comparten el amor por la pelota...
Y la emoción final en conferencia demuestra que Miguel Ángel Russo no solo ganó un partido: dirigió a su equipo frente a su hijo, vio a su nieto en la tribuna, y compartió un momento de unión familiar que el fútbol, con toda su carga emocional, ayudó a construir. Porque como él mismo dijo, no se trata siempre del resultado, sino de esos raros instantes en que el deporte logra reunir a toda una familia en un solo lugar.