Tuvieron que pasar nueve meses, exactamente 264 días, para que finalmente llegara el momento tan esperado. Este día. El día en que Marcos Acuña pudo sacarse la espina y festejar su primer gol con la camiseta de River Plate. Desde aquel instante en que firmó su contrato, se puso la camiseta del club y posó en el Monumental por primera vez con la banda cruzándole el pecho, Acuña soñaba con este momento: el primer gol en River, el que convirtió para el 3-0 ante Barracas.
Cristina Sille/Clarín
Y esa marca llegó en una noche especial, en un Monumental encendido, cuando el partido ya estaba encaminado. River ganaba con autoridad, pero el Huevo quería lo suyo. Lo venía buscando con insistencia. Fue con un bombazo desde fuera del área que parecía no llevar tanto peligro, pero el remate se desvió en Jappert, descolocó al arquero Ledesma y se metió pegadito al palo izquierdo.
Acuña no lo dudó: abrió los brazos, miró al cielo, cerró los ojos y dejó salir una mezcla de alivio, emoción. No fue solo un tanto más en el marcador —el 3-0 definitivo para River—, fue un desahogo personal. Un grito que venía conteniéndose desde hace meses y que por fin pudo estallar frente a una hinchada que siempre lo apoyó.
Durante el partido, si bien River mostró algunas imprecisiones defensivas —como esa jugada en la que Acuña le entregó la pelota a Morales al intentar un pase comprometido hacia Martínez Quarta—, el exjugador del Sevilla y de la Selección Argentina nunca dejó de intentarlo. Tuvo otra oportunidad antes del gol, con otro potente remate desde media distancia que Ledesma logró desviar. Pero él sabía que su gol iba a llegar. Tarde o temprano. Y llegó.
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El golazo de Acuña para el tercero de River ante Barracas