"¿Por qué vine a Independiente? Porque hay olor a sangre y lo disfruto". En ese momento, en aquel 13 de junio de 2024, la frase de Julio Vaccaripareció un enunciado hecho para la tribuna, un poco de humo futbolero necesario para llegarle a los hinchas. En medio no sólo pasaron 341 días, pasaron muchísimas cosas. Hubo la reconstrucción y la consolidación de un proyecto, de una idea, de un equipo y de un club. Para alcanzar la histórica eliminación a Boca en la Bombonera y la clasificación a la semifinal del Torneo Apertura de la Liga Profesional hubo varios factores que lo hicieron posible, que inventan a seguir cultivando el sueño de volver a conseguir un título local después de casi 23 años de sequía.
El festejo de Independiente en vestuario. (Foto: Prensa Independiente)
"Este Independiente es un equipo desde hace mucho tiempo, se recibió de equipo el semestre pasado". Lo dijo y se le inflaba el pecho. El orgullo que reflejó el entrenamiento en la conferencia de prensa luego del 1-0 fue el mismo que evidencia un padre hacia un hijo. Es que el carácter paternal de Vaccari con este plantel profesional fue uno de los ejes principales del cambio que tuvo el Rojo en este período para transformar su realidad. El abrazo con Felipe Loyola en plena ebullición de los hinchas de Boca, los elogios a sus jugadores y el mimo que les hizo a cada uno mientras los esperaba en la puerta del vestuario denota la expresión más genuina del cariño de un conductor.
El difícil inicio
El arranque del ciclo de Julio no fue para nada sencillo. Heredó un incendio luego de la tormentosa salida de Carlos Tevez y no fue sencillo controlar las llamas. Se encontró con un plantel debilitado, una institución golpeada y la disputa por evitar el descenso en el recuerdo latente. Comenzó con dos empates y dos derrotas y escuchó murmullos, aunque la adversidad y los rumores que rápidamente se instalaron no alteraron sus convicciones. Muy lejos de eso, él se aferró a sus ideas, a la meta que se había puesto y a la confianza en modificar un escenario dantesco.
El festejo de Independiente en vestuario. (Foto: Prensa Independiente)
Se lo etiquetó como un fundamentalista del sistema táctico 4-3-3, pero se mantuvo incólume antes las críticas que recibió en sus primeras semanas en Avellaneda. A sus jugadores les transmitió convencimiento cuando proliferaban las dudas. Y tras un lento pero paulatino proceso de aclimatación logró hacerles creer a sus dirigidos que era posible enfrentar una crisis con un fútbol audaz, decidido, lejos de la especulación. La semilla que plantó empezó a germinar en ese segundo semestre de la temporada pasada, en la que se quedó en la puerta de la clasificación a la Libertadores pero que le alcanzó para meterse en la Sudamericana y volver a una competencia internacional después de dos años de ausencia.
El comienzo de la transformación
Vaccari se respaldó en los líderes del vestuario como Rodrigo Rey, a quien le dio la cinta de capitán, e Iván Marcone, a quien le transmitió confianza cuando quedó en el ojo de la tormenta por su cruce con un hincha en Sarandí. Estableció límites claros ante actos de indisciplina, tuvo el coraje de borrar a Marco Pellegrino, a pesar de haber llegado a préstamo desde Milan, y le hizo un tirón de orejas a Diego Tarzia, indultado durante el verano y hoy en gran nivel.
Rodrigo Rey, el capitán del Rojo. (Foto: Prensa Independiente)
Al potenciamiento de Rey, Marcone y Gabriel Ávalos (antes de su arribo había metido apenas tres goles), el técnico tuvo otro punto determinante para entender esta actualidad: el acierto en los refuerzos. Contra todos los pronósticos, las apuestas que hizo le salieron y hasta le dieron un plus al equipo. Los casos de Kevin Lomónaco, Felipe Loyola, Álvaro Angulo y Luciano Cabral, son los más palpables, aunque también encontró respuestas ante los pedidos de Santiago Montiel, Pablo Galdames y Rodrigo Fernández Cedrés.
Las claves
La idea clara, el mensaje sencillo, el convencimiento a los futbolistas, las incorporaciones, la recuperación de otras piezas llevaron a que el Rojo volviera a ser competitivo y despertar ilusión después de mucho tiempo. La resiliencia del grupo creó una identificación con el hincha, ese que se fue contagiando por el nivel de juego, por la propuesta, por un fútbol digno del paladar de esta institución gigante.
Julio Vaccari, el conductor del equipo que invita a soñar. (Foto: Prensa Independiente)
Porque ellos, con su postura y su entrega, cambiaron silbidos por aplauso, insultos por elogios. Hoy jugar en el Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini ya no es más una tortura, es un momento esperado, ansiado. Lo forjaron con su impronta, con sus ganas, con los 24 encuentros que llevan invictos como local. Ese convencimiento que los llevó a estar en la pelea tras años y años de sufrimiento, que los llevó a este infierno encantador.
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